Gastronomía

Va al peor restaurante valorado de España y se siente estafado: “Es una trampa para turistas”

El creador de contenido gastronómico Esttik acudió a un local próximo a la Alcazaba de Málaga y quedó sorprendido por un motivo distinto a la calidad del producto.

Va al peor restaurante valorado de España y se siente estafado: “Es una trampa para turistas”
Sergio Murillo
Nació en Santa Marta de Tormes en 2001 y creció entre Guadalajara y Badajoz. Amante de la literatura, estudió Periodismo en la URJC. Se estrenó como jefe de Cultura en El Generacional. Ha sido corresponsal para El Estilo Libre y conductor de informativos en Cadena COPE. Entró en Diario AS en 2023 como redactor en Actualidad.
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La cultura gastronómica española es un auténtico lujo que encuentra pocas excepciones. Pero las encuentra. No surgen de la mano del producto, que si es bueno siempre será de calidad, sino de una mala materia prima y un peor uso de la misma. Es decir, de un restaurante reprobable. Con la mentalidad de toparse con un negocio de estas características acudió Esttik junto a un acompañante a Cister Catorce, un local malagueño cuya valoración, con más de 4.100 puntuaciones, apenas era de un 1′1 sobre 5.

Se sentaron los dos y condicionados por una reseña muy negativa (”si quieres amargar un día de vacaciones hay que entrar en este sitio, solo puedo decir que me estafaron”, decía) pidieron un sinfín de tapas. Primeramente llegó el pan, que eran cinco trocitos finos por tres euros. “Eso no me lo como yo, puede tener 800 días, parece que está como mojado”, dijo el acompañante del creador de contenido. Habían empezado con mal pie.

“Un atraco”

Lo que mejor se veía eran las patatas bravas y la tortilla, aseguraron, además del jamón. “La ensaladilla se ve mala. La veo básica”, dijeron, añadiendo a la tortilla, cuya primera impresión había sido la comentada, que, en realidad, era “un mazacote total”. Después llegó las croquetas y ahí se torció su visita. “La croqueta buena no es. Cuesta hasta tragarla. No está buena, pero no está mala”, confesaron, colocando la nota negativa en el precio: “Te lo venden a tres euros la ración, pero son dos croquetas [literalmente]”. Sorprendió también la ensaladilla. “Pensaba que iba a estar muy mala, pero está normal, no es la peor que me he comido”, dijo el compañero de Esttik.

Y cuando parecía que iban a remontar, la paella. “Tiene mala pinta. Aquí ya hay patinazo. No tiene nada de sabor el arroz, es como comerte arroz blanco”, comentaron al respecto, probando después la tortilla, que describieron como “la típica que costaba tragar tras un día entero en la playa”; en las bravas, “la salsa es de todo menos brava, se lo come un catalán y llora”; y en el jamón, aunque no estaba malo, eran “cuatro lonchas por 3′50 euros”.

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De lo mejor que probaron fue el pollo al curry, una tostada con atún y pimientos del piquillo y la carrillera. No obstante, el elevado precio de cada una de las tapas, reflejado en sus ojos sorprendidos al leer la cuenta, instaló un sabor agridulce en sus bocas. El problema no era tanto la calidad, sino el coste; ello les llevó a definir la experiencia como “un atraco” y el sitio con una contundente frase: “Es una trampa para turistas que rondan la Alcazaba de Málaga”.

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