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El deportista medalla de oro que pide limosna en los semáforos

Ronald Ferreira, campeón sudamericano de jiu-jitsu en la categoría por debajo de 100 kilos, intenta conseguir financiación para su próximo evento.

El deportista medalla de oro que pide limosna en los semáforos
Daniel Pérez G.
Nació en Madrid en 1998. Licenciado en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la UC3M. Entró en Diario AS como becario de Actualidad en 2020, aunque también ha pasado por las secciones de Directos y Más Deporte cubriendo algún evento de ajedrez. Desde agosto de 2022 escribe en Tikitakas.
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Cada vez más países protegen el talento de sus deportistas brindándoles becas y ayudas para que puedan priorizar su formación profesional pese a las dificultades que puedan tener sus familias. En España, las instalaciones del Comité Olímpico Español y del Consejo Superior de Deportes acogen entre sus paredes a las promesas y a los deportistas consagrados para brindarles todo tipo de facilidades en su ascenso a la cima.

Sin embargo, otros países no tienen la misma suerte. El ejemplo de Ronald Ferreira es uno de ellos. El joven, de 18 años, es campeón sudamericano de jiu-jitsu en la categoría por debajo de 100 kilos. Un logro que posiblemente merezca más atención gubernamental o, al menos, darle soporte básico para que pueda ir a las competiciones sin gastar su dinero.

Como esto último no sucede, Ferreira se ve obligado a acudir todos los días después de entrenar a un semáforo en las calles de Río de Janeiro para pedirle dinero a los conductores. “Sin dinero ni patrocinador, no sé qué me depara el futuro”, lamenta.

“Entreno temprano y luego llego al semáforo, donde me quedo hasta que oscurezca. He estado ganando un promedio de cien reales por día”, revela. En el semáforo no siempre está solo, pues su compañero Daniel Meirelles le acompaña también en ocasiones, vistiendo los dos con sus kimonos. “Es la única manera que encontramos de llamar la atención”.

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El objetivo que tiene para poder disputar el campeonato de su país son más de 2.000 reales, una cifra con la que podría afrontar el hotel, el transporte, la comida y la inscripción a la competición. “Hay gente que me motiva diciéndome que siga así o que me aplaude, pero siempre hay quien pone cara de asco y cierra la ventana”, lamenta con la esperanza de que todo cambie y pueda seguir disfrutando de su pasión y su talento.

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