Partido de relax en un calendario apretado

Tenía yo mis dudas sobre si el Madrid compartiría o no la foto con el rival sobre el lema que reclama respeto a la Federación y a los árbitros, iniciativa lanzada en todos los campos en busca de aliviar la situación. Sí la compartió, y al Bernabéu no le gustó y lo hizo sentir con su repulsa. No fue algo lanzado por la amaestrada grada de animación, sino nacido espontáneamente en varias zonas del estadio. El madridismo vive hoy con irritación la impunidad socialmente decretada del caso Barça-Negreira; los errores arbitrales, verdaderos o imaginarios, exagerados o sin exagerar, sólo son sal en esa herida que nadie piensa curar.
Por fortuna lo que siguió fue un partido grato, sin apenas faltas, una laguna suiza para Cuadra Fernández, que remó plácidamente por ella. Ni brusquedades ni VAR, un partido sosegado en el que el Girona fue un enemigo sin calado, muy distinto del que veíamos en el curso anterior. Le vaciaron la plantilla de los mejores elementos, no se repone, de modo que el partido quedó en manos de lo que hiciera el Madrid. Y lo que hizo fue una sucesión de llamaradas, a cargo de Vinicius y Mbappé, con Modric en el puesto de mando. Se quedó en dos goles, pero es justo decir que por número de llegadas mereció al menos otro par.
Ancelotti aprovechó para dar descanso a Rüdiger y Valverde, los más utilizados, y también faltó Bellingham, por su fuck y lo que siga. Alaba salió de inicio y se mantuvo 73 minutos. Con él habrá que ir poco a poco. Lucas Vázquez regresó bien y Brahim jugó en la media por la derecha, con Rodrygo a la izquierda, en ese modelo 4-2-2-2 en el que está desembocando discretamente Ancelotti. Lo mejor, desde luego, los dos de arriba, sobre todo Vinicius, que levantó al público de sus asientos. En definitiva, día de recuperación necesario ante este tramo tan empinado del calendario, y tres puntos para seguir en la pelea.