Óscar de Marcos, un legado imponente
Ha sido un pedazo de jugador: infatigable, versátil, inteligente...
Se despide hoy Óscar de Marcos, en San Mamés, frente al Barça, el equipo al que marcó el primero de su cuenta de goles (39) con la casaca del Athletic. Han pasado 16 años desde entonces. Llegó sin ruido desde Laguardia, criado entre viñedos, con un sueño como divisa: jugar en el Athletic, el equipo de su abuelo y de su padre, presidente de la peña del club en el precioso pueblo de la Rioja Alavesa. Nada presagiaba la magnitud de su recorrido en el fútbol.
Había empezado a curtirse en el filial del Alavés, donde su ágil verticalidad llamó la atención de los ojeadores del Athletic. Una cifra modesta (350.000 euros) selló el traspaso. El Athletic atravesaba una época de gran inestabilidad, preso de incertidumbres económicas, dificultades para sostenerse en la Primera División y un rebrote en la discusión de su singular modelo deportivo. Imposible sospechar entonces la magnitud de aquel incipiente futbolista y su influencia en lo que, sin duda, es el mejor periodo del Athletic en los últimos 40 años.
Se va entre el unánime aprecio de los aficionados, que ya le echan de menos. Ha representado al Athletic con los mejores valores que se puedan exigir de un futbolista: lealtad, dedicación, sencillez y liderazgo. Ha honrado al club y al fútbol, ajeno a cualquier forma de estridencia. No se le recuerda un asomo de vanidad, pero en la memoria deja su orgullosa vinculación con el Athletic, establecida desde la posición ética que De Marcos registró en sus palabras de despedida en Lezama.
“No quiero que mis hijos aprendan a amar un club, quiero que aprendan a vivir como se vive en el Athletic, no con la mirada puesta en la victoria, sino en la forma de recorrer la historia. No quiero enseñarles un escudo, quiero enseñarles un modo de estar en el mundo, que sepan que ser del Athletic no es una camiseta, ni una bandera al viento. Es ser fiel, ser justo, ser honesto, aunque nadie te esté viendo”, dijo entre lágrimas, frente a sus compañeros actuales y varios de los que le ayudaron a recorrer un camino de 16 años y 573 partidos, el segundo en la historia del Athletic, sólo superado por el legendario Iribar. Fueron palabras que en Lezama deberían quedar grabadas para las generaciones que vienen y vendrán.
Hace algunos años, Iñaki Williams comentó en una entrevista con Jorge Valdano la decisiva importancia de Óscar de Marcos en su educación personal y deportiva. Fue su consejero en las pequeñas y grandes cosas, el referente moral al que ahora sucede como capitán de un equipo donde jugadores como Unai Simón, Vivian, Ruiz de Galarreta y el propio Williams ofrecen las garantías del modelo de comportamiento que De Marcos requiere en el Athletic. A ellos les toca transmitir el legado de un jugador ejemplar.
Es injusto, sin embargo, considerarlo únicamente esencial desde el plano ético. De Marcos ha sido un pedazo de jugador. Infatigable, versátil, inteligente, con un afinado sentido para irrumpir en el área contraria, sorprender a los rivales y marcar goles propios de delantero astuto, De Marcos recorrió un infrecuente número de posiciones. Extremo en sus inicios, Marcelo Bielsa, que en más de una ocasión ha declarado su iración por él, le desplegó por todo el campo, con resultados excepcionales. En cualquier lugar de la alineación donde haya aterrizado, la respuesta de Óscar de Marcos ha sido propia de un extraordinario futbolista, inolvidable en el Athletic, irado en toda la escena del fútbol español.
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