

Es tiempo de bajar la persiana, de cerrar el último capítulo de esta maravillosa Liga que ha encumbrado al Athletic como el campeón de los mortales, esto es, el mejor tras los tres transatlánticos de España. Vuelta a la Champions en un curso en el que se rozó la gloria en la Europa League. Era el momento de disfrutar, no del resultado, sino de un homenaje que llegó a lo más profundo del alma de San Mamés.
Como el sábado con Modric y Ancelotti en el Madrid o Imanol en la Real, por poner dos ejemplos, Bilbao se puso a llorar por un tipo irrepetible, la historia reciente de este club. Una persona humilde, discreta y ejemplar, que ha heredado los grandes valores de esta entidad con una filosofía única en el mundo. Nunca le ha gustado estar en el foco, pero ayer no tuvo más remedio que ir contra sus normas. Sólo recogió una parte ínfima del infinito cariño que deja. Conquistó el corazón hasta de sus adversarios ayer. Gran gesto de Flick abrazándolo.

El partido no tuvo historia. Un Barça con una pegada descomunal y un Athletic que, personalizando en Sannadi, falló mucho ante la meta contraria. La gasolina de los leones estaba justa, porque el año ha sido larguísimo, y el equipo pedía a gritos las vacaciones. Lo importante era abrazar al 18. Una gozada haber disfrutado de esta leyenda, solo superada por Iribar en partidos. Un señor de pies a cabeza, con todo adeptos y cero enemigos, que da las gracias a los recogepelotas cuando le devuelven el balón, que visita hospitales frecuentemente sin querer que sea público y acercaba a aficionados a casa en su coche.

Adiós al sueño de Muniain
Ojalá vengan muchos De Marcos en Lezama los próximos años. Un legado eterno. Fin de una era, la de los Once Magníficos de Old Trafford. “El Athletic es un modo de estar en el mundo”, ha subrayado en los últimos discursos. Y Óscar, una manera de comportarse en él, podríamos decirle. “Sacar la Gabarra ha curado todas mis penas”, proseguía. Y las nuestras, haber disfrutado de tu juego. No queremos un fútbol sin ti, no estamos preparados para eso, pero sabemos que no nos vas a hacer caso, que solo atiendes a lo que te dicta tu limpísima conciencia. Agur, gudari, un pedazo de nuestro corazón se va contigo. ¡Qué honor haberte conocido!
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