Pasaba por aquí | Carlos Marañón

Mi reino por un empate a cero

Piqué se pasó el juego del fútbol profesional y empezó a aburrirse de sí mismo

Gerard Piqué
FC Andorra | Europa Press
Carlos Marañón
Actualizado a

Los futbolistas más inteligentes son aquellos que hallan respuesta ante el reto más difícil de sus carreras: reubicarse una vez cuelgan las botas. Piqué se pasó el juego del fútbol profesional y empezó a aburrirse de sí mismo. Sin ilusión por jugar en otro equipo que no fuese el Barça, lo dejó de golpe. Un jugadorazo: central de época, carácter indomable, físico imponente, clase descollante... quien fue un rival temible dentro y fuera del campo (y lo escribe un perico), hoy continúa buscándose lejos de los terrenos de juego. La vida la tiene resuelta; la leyenda, asegurada, pero su hartazgo, y sus inventos, son una brújula. Para huir en dirección contraria.

Hoy que 9 de cada 10 psicólogos nos recomiendan espacios para el aburrimiento a niños y mayores inmersos en una vida de impactos audiovisuales constantes, él ha decidido que tiene que salvarnos de nuestra pasión. Piqué se aburre y cree que la hinchada también: como el mundo está más pendiente del salseo (odiosa palabra) que rodea al deporte que del propio fútbol hay que buscar soluciones para captar la atención de aquellos que se nos distraen más fácilmente. Entretenerles, divertirles hasta morir, que decía Neil Postman. La culpa, entre otros enemigos del showbusiness, es de los empates a cero, y quieren acabar con ellos.

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Reniegan del resultado del primer partido de la historia, aquel Barnes FC-Richmond FC del 19 de diciembre de 1863, un 0-0 histórico, como el del primer encuentro entre selecciones, el Escocia-Inglaterra original de 1872, o el del primer empate sin goles en un Mundial, un Brasil-Inglaterra de 1958, gracias al que Pelé tuvo que debutar después, o el de la final Brasil-Italia de EE UU 94 de la página más dura del mito Baggio, y hasta de un vergonzante Espanyol-Logroñés, biscotto de los 80.

El fútbol entretiene, claro, pero es mucho más complejo que eso. En esta selva de hinchas, diletantes, pasotas, haters y hasta una señora de Palencia que pasaba por allí, el fútbol no tiene por qué gustarle a todo el mundo. Y está bien que así sea: que haya gente que se siga aburriendo con goleadas y que algunos futbolheridos no olvidemos los 0-0 que nos hicieron felices.

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