La Liga cambia de humor cada tres días
Flick, celebrado a principio de temporada y señalado después de los trompazos contra Real Sociedad, Celta y Las Palmas.


Ancelotti. Cuando todavía existía el o casi piel con piel con los entrenadores, estos solían advertir a los periodistas. “No se puede sentenciar”, rogaban al borde de alguna mini-crisis para controlar el mensaje por si algún presidente desbocado de la época tenía la ocurrencia de ponerlo en la calle. “La crítica es semanal”, le respondían aquellos que no se arrugaban. Algo así vive la Liga esta temporada. Ancelotti lamentaba el viernes los palos que le estaban dando y el partido de Girona le dio la razón por unos días. Con una alineación mucho menos glamurosa de lo que anunciaba el verano, y con su armada brasileña fuera de servicio salvo la aparición testimonial de Endrick, el Madrid jugó uno de sus partidos más convincentes de la temporada en Montilivi y ganó gracias a un par de apariciones imperiales de Bellingham y otro detalle sabio de Modric, que le dibujó con gestos el desmarque a Mbappé. Ahora no, ahora sí. El francés, con Florentino Pérez en el palco porque el contexto exigía la presencia de todos, se rehabilitó lo que pudo. El 0-3 deja al Madrid a dos puntos del Barça pero con un partido pendiente en Valencia. Después de muchas vicisitudes y derrotas frustrantes como la de San Mamés, depende de sí mismo para ser campeón de invierno.
Flick y el Cholo. La Liga, en definitiva, cambia de humor cada tres días. Flick, celebrado a principio de temporada y señalado después de los trompazos contra Real Sociedad, Celta y Las Palmas, creía haber recuperado el pulso después del 1-5 intersemanal en Palma. Sin embargo, su Barça hizo un partido ramplón en Heliópolis y él realizó unos cambios crípticos, imposibles de interpretar como tácticos o premeditados. O simplemente castigos, porque limpió casi de golpe a cuatro vacas sagradas (Pedri, Olmo, Raphinha y Lewandowski) y acabó fuera de sí, expulsado y peleado con el mundo después de un penalti que ya anunciaba un mal final. Si al principio de temporada fue el Madrid quien pareció tener prisa por ganar títulos que se le daban por supuestos a su plantilla ‘All-Star’, ahora es el Barça quien se frustra porque empieza a sospechar que está (más de lo que pensaba) a los pies de Lamine. Y de fondo, casi invisible, asoma entre la niebla el Atlético. Hace muy poco que Simeone cumplió 700 partidos como técnico rojiblanco. Pronto, de hecho, cumplirá 12 años en el cargo. Él sí sabe desde el inicio cómo funciona el negocio. “Siempre pienso que mañana me pueden echar”, es una de sus frases de cabecera. El fútbol, seguramente como la vida, cambia cada tres días de humor.
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