Análisis de The Precinct: ni GTA, ni sandbox, presume de su propia identidad

Por el motivo que sea, en no pocas ocasiones a los jugadores nos atrae más hacer el mal que el bien en los videojuegos. Bueno, por lo que sea no, básicamente porque no dejamos de sentirnos atraídos por lo prohibido, por ello no son muchos los títulos que nos proponen ponernos en el lado correcto de la ley. No es lo habitual que tengamos que interpretar a un policía correcto y ejemplar, y probablemente por eso, por la falta de oferta, la demanda ha respondido y The Precinct se ha convertido no en un fenómeno viral, pero sí en un juego muy seguido.

Se le ha llegado a calificar como “un GTA de policías”, relacionándolo con la vertiente cenital de la saga de Rockstar, pero la descripción no le viene muy al pego, a decir verdad. The Precinct da cierta libertad pero no es un juego de hacer el cabra, ni mucho menos un sandbox. Es un juego de hacer siempre lo correcto, de hecho, premia la corrección absoluta, las detenciones perfectas y el atender la mayor cantidad de casos posible.

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En el papel de Nick Cordell, un novato en el cuerpo de Averno City, comenzamos nuestra carrera en el cuerpo mientras descubrimos los misterios tras la muerte de nuestro padre. Evidentemente hay muchos en una ciudad asolada por el crimen, y es que esta vez sí, el nombre de la misma difícilmente podría ser más adecuado. Pero no conviene llevarse a engaños: no es el argumento ni la narrativa por lo que nos vamos a quedar a apatrullar esta ciudad repleta de maleantes.

Justamente en apatrullar consiste The Precinct, aunque en muy diversas formas. La manera de progresar, tanto en la historia como con su sistema de progreso con habilidades pasivas, es cumpliendo turnos: a pie, en coche, turnos nocturnos -y por ende, más peligrosos-... o simplemente, poner multas por mal aparcamiento. Evidentemente cada uno de ellos tiene una dificultad diferente, pero también puede ocurrir que mientras multamos a alguien con el parquímetro expirado, recibamos una alerta por un tiroteo. La sorpresa es una constante en el juego, y eso solo dice cosas positivas sobre él.

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The Precinct te incita a llevar a cabo todo de una manera prácticamente perfecta, y eso juega mucho a su favor. Cuando atendemos una emergencia no sabemos muy bien lo que nos vamos a encontrar, y lo que parecía un vándalo haciendo un graffiti tal vez termine en una reyerta a tiros. Pero lo más sorprendente es cuando se trata de empapelar a un sospechoso, para lo que hay que seguir un proceso: chequear con la central sus antecedentes u órdenes de arresto, cachearlo, y acusarlo de los delitos cometidos, decidiendo si lo detenemos o por el contrario, es suficiente con una multa y si te he visto no me acuerdo. Aquí encontramos un toque desafiante ya que si lo acusamos de un delito que no ha cometido, por ejemplo, o usamos una fuerza excesiva, el sistema nos penalizará restándonos puntos y repercutiendo así negativamente en nuestro progreso.

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Por desgracia, a lo largo de las entre 10 y 15 horas que dura el juego este proceso puede hacerse repetitivo. The Precinct quiere ser, en la medida de lo posible y hasta cierto punto, un simulador de policía, y como cualquier otro trabajo, llega un momento en que este se torna rutinario. Después de todo, y aunque tenga una profundidad notable para tratarse de un proyecto pequeñito, no dejamos de llevar a cabo constantemente las mismas acciones, lo que con el paso de las jornadas termina dando algo de fatiga.

Es cierto que hay misiones principales, que desbloqueamos tras conseguir las suficientes pistas para ir tras los diferentes de las dos bandas criminales predominantes. Sin embargo, no dejan de resolverse como el resto de misiones: un tiroteo, una persecución... adolece de cierta falta de variedad en este sentido.

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La edición física a cargo de Meridiem Games

Si queremos seguir apostando por el formato físico, Meridiem Games ha lanzado una versión en disco tanto para PlayStation 5 como para Xbox Series. Además, como suele ser habitual, no llega solo, ya que lo hace con una edición especial que incluye un mapa de la ciudad, banda sonora digital -y ya os avisamos que el tema principal mola MUCHO- y caja metálica.

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