Barcelona

Flick siempre toca la tecla buena

El alemán está acertando en casi todas las decisiones de peso de la temporada. Las dos últimas, hacer titulares a Szczesny y De Jong en lugar de Iñaki Peña y Casadó. La gestión de Pedri y los centrales, otros de sus éxitos.

Flick abraza a Pedri en Lisboa.
Juan Jiménez
Redactor jefe de AS. Fue colaborador en AS (2000-04) y, después de pasar por Málaga Hoy, regresó como jefe de Sección en Málaga. Delegado de Andalucía entre 2009 y 2012, colaboró en la integración digital-papel de AS en Madrid. Cubre la información del Barça y la Selección de baloncesto. Tres Juegos Olímpicos. Colaborador de SER, Canal Sur y Gol.
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Las ocho paradas de Wojciech Szczesny en Lisboa confirmaron que Hansi Flick llevaba razón cuando, para sorpresa de muchos, decidió convertir al polaco en su portero titular desde enero por delante de Iñaki Peña. La de Tek, en crecimiento, es una tecla más de las que ha tocado bien el entrenador alemán desde que aterrizó en julio. En orden cronológico inverso al comienzo de temporada, al ‘soro’ de Tek le ha acompañado el de Frenkie de Jong a Casadó. El holandés ha demostrado estar por encima del canterano estos días, pero hubo un momento en el que le tocó esperar. Pese a partidos sombríos, como los de Szczesny, Flick supo esperar el momento con el holandés. Y el tiempo le ha dado la razón como había sucedido meses antes cuando se había decidido por Marc Bernal en lugar de Casadó, al que también llegó su momento.

La gestión del capital humano de Hansi Flick esta temporada está siendo excelente. Empezando por la defensa. Eric Garcia, que pareció con los dos pies fuera en verano y en invierno, se ha quedado y juega ahora un rol de cierta relevancia en algunos partidos. A Araújo también se le dio por perdido, incluso cuando había renovado. Pese a ser suplente ‘oficial’, ha tenido dos apariciones clave esta temporada. Primero, en Arabia, cuando suplió con nota la lesión de Iñigo durante la final. Y este miércoles, en Lisboa, cuando entró después de la expulsión de Cubarsí. Flick ha sabido mantenerlo enchufado y puede tener un papel clave en el resto de la temporada.

Hay más casos. Flick ha sabido cuidar al vestuario en un momento de crisis interna severo, cuando LaLiga desinscribió a Dani Olmo y Pau Víctor. También se ha manejado bien en las rotaciones en el puesto de mediapunta desde que Gavi regresó de la lesión. Y se ha inventado un nuevo Pedri, que en lugar de tener miedo a las lesiones y ser reservado, juega siempre. En ataque ha respetado los roles, pero tampoco le ha temblado el pulso cuando ha tenido que tocar algo.

Ese es otro de sus éxitos: los cambios. Salvo en el partido de Vigo, donde no fue capaz de detectar el riesgo de la expulsión de Casadó casi al final, ha jugado con maestría sus cartas cuando el Barça se ha quedado con diez en partidos gruesos. En Mónaco no mereció perder pese a estar 80 minutos con uno menos. Y contra el Madrid en la Supercopa (roja a Szczesny), Sevilla en el Sánchez-Pizjuán (expulsión de Fermín), y Benfica en Lisboa (roja directa a Cubarsí en el 22′), ha estado excelente con la pizarra. Su triunfo, además, tiene un punto de curiosidad, Olmo, movimiento clave desde el banquillo en las dos primeras ocasiones, fue el sacrificado en Lisboa. Y, como en días anteriores, le funcionó. Contra el Benfica, todos los movimientos resultaron. También el cambio de Lamine Yamal, que mandó a la derecha a Raphinha. Allí, el brasileño ayudó con Álvaro Carreras y, además, hizo el 0-1.

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De Flick se alabó mucho su calidad humana cuando llegó. La capacidad para ser honesto con los jugadores, también con los que no jugaban, algo nada fácil si además un técnico pretende tener conectada a su plantilla. Pero además de eso, ha tenido un alto impacto futbolístico en el Barça. Ha desobedecido el catecismo posicional del Barça. Los jugadores se han liberado de las cadenas y los clichés tácticos, de ahí el éxito de jugadores de Raphinha. Pero también son disciplinados tácticamente cuando la situación lo requiere, como en Lisboa. Finalmente, Flick ha conseguido algo más y ahí ha contado con la ayuda de Deco: las visitas públicas al vestuario de los directivos y asesores con ganas de foto, los abrazos de plástico, han pasado a mejor vida. O, al menos, se han minimizado mucho. El vestuario es sagrado; y ahí mandan él y sus futbolistas. Es difícil saber cuánto durará la armonía, pero Flick, de momento, ha tecleado la contraseña perfecta para que funcione.

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