El miedo cambia de bando
Se complica la vida un Espanyol que podía salir matemáticamente salvado de Butarque, por una primera parte desastrosa, una reacción tardía y un nuevo aviso para el futuro.
Le pone al Espanyol tener todos los elementos en contra. Crecerse ante las adversidades. O eso, o es que con 39 puntos tras un arreón de tres victorias se creyó salvado. Ilusorio. Lo cierto es que, con el descenso a cinco a falta de solo nueve en juego, cualquier estadista daría la permanencia por garantizada. Y probablemente lo esté. Pero no existe peor manera de complicarse la vida que la del conjunto perico en Leganés, justo el día en que lo tenía todo en su mano para dejarla zanjada matemáticamente.
Aquel Espanyol del nueve de nueve en Vallecas, Vigo y ante el Getafe, y de un punto considerado positivo en Mestalla, el que compitió de tú a tú a unos Betis y Villarreal que pugnan por ir a la Champions, se vulgarizó de pronto en Butarque. Recordó a ese otro que cayó en la jornada inaugural ante el Real Valladolid, o el que sonrojó en Montilivi. Acaso la raíz del problema se sitúa en dos bajas, Pol Lozano y Omar El Hilali, sobre todo la del lateral diestro. Pero es que, lejos de ofrecer soluciones, se produjo una inmolación tras otra.
Se equivocó Manolo González esta vez en su planteamiento, ya que para en lugar de sustituir pieza por pieza en el lateral diestro, decidió sacudir el sistema, dando entrada a Calero como tercer central y entregando el carril a un Jofre Carreras que ya venía siendo suplente como extremo. Y todo lo que podía salir mal, salió peor. Convirtiendo a Diomande en una suerte de Pelé. Y propiciando un desorden monumental, que se unió a la tremenda pájara de los jugadores, que apenas ganaban duelos.
Un reflejo del desaguisado fueron no solo el resultado, sino también cómo llegaron los goles. Un grosero despiste precipitó el 1-0, con Urko González de Zárate regalando el esférico después de que Joan García prefiriese comprometerlo a lanzar un balón largo. Blandísimo estuvo Calero en el segundo. Y una desgracia directamente fue el providencial toque de Kumbulla para que entrara el 3-0 en la portería.
Para entonces, ya había corregido Manolo el plan inicial, con la entrada de Tejero en la banda. Pero, a efectos prácticos, no fue a mejor una actuación perico que solo aportaba cierto peligro en los centros de Carlos Romero. Y cuyo parte de guerra pudo salirle aún peor, en una falta de Joan fuera del área que le costó la amarilla, en la que el VAR entró para que a priori observara Arberola Rojas si podía ser merecedora de roja, pero que finalmente el árbitro exoneró. Hubiera dejado al guardameta sin derbi, el jueves, ante el Barcelona. El acabose.
Baldía fue la reacción de los minutos finales, con el 3-1 de Cabrera, el tanto anulado a Cheddira en fuera de juego y el definitivo 3-2 de Pere Milla en el último segundo, literalmente, en una nueva dimensión de un partido del que se puede extraer una lectura paralela a la de cómo el miedo cambia de bando, por mucho que el Leganés se reemplazaría a ciegas con la posición del Espanyol en la tabla.
Y esa lectura no es otra que la importancia de contar no con un once sino con una plantilla de garantías. Un aviso a navegantes, como los enviados a la propiedad por Manolo González y Fran Garagarza, entrenador y director deportivo, pensando incluso más allá de esa salvación que por ahora no llega. El futuro se construye hoy.
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