Elche CF

El Elche prohíbe el consumo de pipas en su estadio por las ratas que atraen sus cáscaras

El equipo ilicitano ha tomado esta medida como consecuencia del deterioro del Martínez Valero.

Aficionados del Elche, con banderas de su equipo en el Coliseum Alfonso Pérez
Jorge Cuesta
Nació en Madrid y se crio en San Fernando de Henares. Estudia el Doble Grado en Periodismo y Comunicación Audiovisual en la Universidad Rey Juan Carlos. Desde los 15 años supo que lo suyo era el periodismo deportivo. Se incorporó al Diario AS en 2025, y se encarga de llevar a cabo stories para la sección digital de Especiales.
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Comer pipas en las gradas de un estadio es casi un ritual para muchos aficionados. Pero, en el Martínez Valero, ese hábito tiene los días contados. La directiva del Elche ha decidido cortar por lo sano y prohibir su venta y consumo por los deterioros que causan las cáscaras de pipa en el estadio. Drenajes y tuberías obstruidas, butacas y pinturas deterioradas… Hasta plagas de ratas y palomas se asoman por el Martínez Valero, según el propio club.

Es por ello que, aunque no pretenden sancionar a los aficionados, llaman a la “responsabilidad colectiva” para contribuir a la limpieza del estadio. La medida comenzará a aplicarse desde este sábado, cuando el Elche, líder de segunda, se jugará gran parte del ascenso si vence al Levante, que va segundo. Curiosamente, no es el primer club alicantino que lo plantea. En 2012, el Eldense colocó carteles en el Pepico Amat que advertían de una prohibición similar. El Sardinero también rema en la misma dirección. Desde 2019, el reglamento interno del estadio del Racing incluye el consumo de pipas como motivo por el que un aficionado podría ser expulsado.

En San Sebastián optaron por una solución más diplomática. La Real Sociedad repartió recipientes para que los aficionados echasen ahí las cáscaras. Al finalizar el partido, podrían depositarlas en unos contenedores naranjas habilitados exclusivamente para los restos de este fruto seco. Y la cosa no acaba ahí: esas cáscaras se mezclan con otros residuos orgánicos y se transforman en sacos de abono, que luego se reparten por distintas huertas de Guipúzcoa.

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