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Edurne Pasaban: “Antes todos volvíamos, ahora no, por el individualismo”

La alpinista vasca pasó por La cena de los idiotés y planteó un dilema que, según ella, hoy en día se resolvería diferente, poniendo ejemplos que ponen los pelos de punta.

Edurne Pasaban en La cena de los idiotés
Cadena SER
Marc Fontrodona
Nació en Barcelona en 1989. Se licenció en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona. Es el responsable editorial de AS Acción, el vertical de action sports del diario AS creado en 2016. Especialista y practicante de muchas de estas disciplinas, lleva contando historias de action sports desde hace más de una década.
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Edurne Pasaban fue una de las invitadas al último episodio de La cena de los idiotés, el programa radiofónico de Aimar Bretos en Cadena SER. Junto a Arturo Valls, Sandra Barneda, Ángeles Caballero y Manuel Jabois, la alpinista planteó un dilema extremo con la montaña como escenario y la ética como única guía posible. A partir del 22:40.

La situación: una expedición en la que, a punto de atacar la cumbre de un ochomil sin oxígeno, dos sherpas del equipo enferman gravemente a 8.000 metros. El grupo, con apoyo mediático y presión de patrocinadores, debe decidir si continuar hacia la cima o abandonar el objetivo para garantizar la bajada segura de todos. “Nos reunimos en la tienda y teníamos quince minutos para decidir. ¿Qué haces?”, lanzó Pasaban a los comensales.

La reflexión se tornó colectiva. ¿Se puede delegar el descenso de los enfermos en otra parte del equipo y continuar la ascensión? ¿Qué peso tiene la presión externa frente al valor de una vida? ¿Y si los afectados fueran compañeros occidentales, cambiaría la decisión? “Ese es el dilema”, insistió Pasaban. “La gloria deportiva o la vida de alguien que ha sido parte esencial de tu camino.”

La conversación derivó en un análisis del cambio de mentalidad en la montaña. Para Pasaban, los códigos éticos tradicionales del himalayismo se están desdibujando. “Antes sabíamos que todos volvíamos. Ahora, no. El individualismo lo está cambiando todo.”

Como muestra, citó un caso real reciente en el K2: un alpinista sufrió un accidente en la zona de la muerte, sin que en ese momento su vida corriera un peligro inmediato. Más de cincuenta personas continuaron el ascenso a la cumbre pasando junto a él, sin detenerse a ayudar. Horas después, a su regreso, el hombre había fallecido. “¿A quién le das la responsabilidad de esa muerte?”, se preguntó Pasaban. “Nadie se paró. Es una pena.”

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“Yo tengo claro que me bajo. Me da igual quién sea: sherpa, nepalí, español o francés. Es una persona”, concluyó. Un mensaje que resuena más allá de la montaña, en tiempos donde la ética colectiva parece en retirada.

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