Bilbao tiene para mí, en futbol y en todo, un aire un tanto británico, así que esta final le sentaba bien.
A Modric le salvó el año pasado que se marchara Kroos, de no ser por eso estaba destinado a salir.
Había mucha SER y mucho Movistar, los medios en que ha ido hilando una carrera periodística.
LaLiga que pudimos suponer que sería la de Mbappé ha terminado por ser la de Lamine Yamal.
Se limitó a hacer nuevas muestras de cariño hacia el Madrid, reales, igualándole en su corazón con el Milan.
Para Ancelotti es una salida brillante. Tras el Real Madrid, la ‘Penta’ era el único lugar al que podía ir sin bajar un escalón.
El VAR crea distorsiones de todo tipo, y no es la menor esta, en la que juzgamos y denostamos al árbitro que vemos ahí abajo.
El fútbol es implacable en esto: las cuentas se echan en las áreas, y en ellas el Inter fue certero y Sommer estuvo inmenso.
Las miguitas que va dejando Mou por donde pasa. Ahora los interistas temen que se vuelva contra ellos.
El partido del turco queda como una carta ‘a quien corresponda’, es decir, al que venga.
Fue titular e hizo un partido deslumbrante, el mejor de todos los suyos hasta la fecha, y los ha tenido buenos.
Siempre he pensado que llegar a las semifinales de la Champions ya es un valor en sí.
La diferencia ha estado en el ánimo. Vinicius tiene una fuerza interior de la que Rodrygo carece.
Es más fácil imaginar a Solari como puente durante el Mundial que a Xabi Alonso haciéndose cargo de los restos de un naufragio.
Y en el Villamarín vimos el desastre final de un Valladolid que ha hecho una temporada desastrosa.
Puro carrito del pescado es Ansu Fati, que se ha quejado de ello y ayer dispuso de una hora de juego.
Vendría a ser el reconocimiento público de que la plantilla está mal confeccionada.
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