Una familia poliamorosa revela los trucos para vivir en una casa con tres cónyuges: “Terapia y empatía”

El refranero español es muy sabio, y sabe que las relaciones personales, íntimas, en el trabajo... suelen no acabar bien. Aunque no es el caso de esta familia portuguesa protagonista de hoy. Un matrimonio monógamo más que, de repente, se amplía.

El primer paso lo dio la mujer, que empezó a tener una relación de amistad, primero, con una compañera de trabajo, para después dar el paso a una relación personal. Y de ahí, paso a la vivienda familiar. Un proceso que para ellos ha sido normal, ya que tienen hijos en común los tres adultos, y que les resulta de lo más cómodo y fácil. Aunque no para todos.

“Ser homosexual en una religión evangélica es el fin del mundo. Compartir la cama con dos personas se convierte en promiscuidad, es una abominación. Mi padre y mi madre están lejos de mí, hablo muy poco con mi madre, sólo lo esencial. Mis hermanas hicieron lo mismo, se distanciaron”, cuenta Priscilla, la mujer.

El gran reto al que tuvieron que enfrentarse fueron los celos y la posesión. Los primeros tres años estuvieron en terapia, “después de mucha terapia y empatía logramos superarlo”, cuentan; y aprendieron lo que les funcionaba y lo que no, tanto como pareja como familia poliamorosa. Ahora ya su casa funciona como una rueda, donde todo encaja. Es más, tienen un hijo de 3 años como familia múltiple.

Su historia de éxito la llevan por el mundo, y en septiembre en Brasil se reunirán con otras 35 familias poliamorosas para compartir historias, anécdotas, enseñanzas, normalizar su vida, lo que les funciona, los retos a los que se enfrentan, los desafíos personales y familiares...

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