Sociedad

Un jubilado “solitario” cede su casa de más de 750.000 euros a una camarera: ahora la familia encara la gran batalla legal

Según asegura la familia del fallecido, el hombre no estaba en plenas capacidades mentales en el momento de legarle la casa. “Presentaba un aparente deterioro cognitivo”.

Tras 40 años viviendo en la misma casa, el Tribunal de Apelación de Toulouse lo ha declarado “ocupante sin derecho ni título” y ha decretado una orden de desahucio para el próximo 31 de marzo.
Naimish Verma (Pexels)
Raúl Izquierdo
Nació en Villanueva de Alcardete en 1990. De La Mancha al Diario AS. Graduado en Periodismo y Comunicación Audiovisual, siempre tuvo claro que lo suyo eran las letras. Antes de formar parte de AS pasó por Marca Plus, Grupo V y Marca. En 2019 llega a AS y, tras pasar por la web, la pandemia le coloca en Actualidad. La fotografía, su otra afición.
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Richard Joy era un jubilado que, durante varios días a la semana, le gustaba frecuentar una cafetería en Harrow (Londres). Allí conoció a Mariia Romanyshyn, una camarera ucraniana que en el momento de cruzar sus caminos, en 2011, tenía 38 años. Lo que en un principio empezó como una relación trabajadora-cliente acabó con una relación paternal.

Hasta el punto de que, en su testamento, el hombre le legó una casa de 650.000 libras (unos 750.000 euros al cambio). Así lo aseguró la mujer dos años antes de su fallecimiento. “La casa es tuya. Quiero que te la quedes”, le habría dicho, según explica el diario británico The Telegraph. Así pues, se mudó a la casa junto a su marido y sus hijas, quienes veían al hombre como una “figura paternal”.

Desde entonces, se ha abierto una batalla legal con la familia del fallecido, que lucha por conseguir los derechos de la casa: Martin Larney, primo del jubilado y albacea del su patrimonio, quiere recuperarla. Según su punto de vista, su primo no era plenamente consciente de lo que hacía cuando le dio la casa a la señora Romanyshyn.

Andrew Nicklin, abogado de Larney, aseguró ante el juez que el señor Joy era “dependiente, y presentaba un aparente deterioro cognitivo”. Una visión que no comparte la mujer, quien consideraba que estaba en plenas facultades mentales como para jugar al ajedrez con una de sus hijas.

De acuerdo con un testamento elaborado en 2011, gran parte de su fortuna, incluida la casa, se dividiría entre su primo Martin Larney, su madre, Doreen, y una tercera parte no implicada en la actual disputa. Pero, tras su muerte, conocieron que el hombre había firmado los papeles para entregar la casa a la señora Romanyshyn.

Mudanza junto al hombre

Después de ser hospitalizado durante un tiempo, la mujer se ofreció de forma desinteresada para ayudarle con las compras y las tareas del hogar, antes de ayudarle más adelante de forma más continuada. Según explica, la animó en varias ocasiones para mudarse con ella. “Mi deseo es que este sea el hogar de tu familia”, afirma que le repetía.

“Ellos y sus hijos se convirtieron en la familia adoptiva del fallecido y también lo asistieron y cuidaron, pero ninguno de ellos fue nunca un cuidador remunerado y en ningún momento exigieron ni recibieron dinero alguno por su cuidado y asistencia”, asegura Lynne Counsell, abogada de la mujer. “No hay nada en el historial médico que demuestre que padecía demencia, ni que se estuviera sometiendo a ninguna investigación sobre demencia ni que se le recetaran medicamentos para esa afección”, añade sobre sus aptitudes.

Mala gestión de su fortuna

La prima del fallecido, Doreen Larney, dijo sobre él que era una “persona un poco solitaria” que no supo emplear bien su dinero. “Lo gastó muy rápido, no era bueno con el dinero, no tenía valor para él. Gastaba 6.000 dólares en una moneda de oro y luego no le quedaba dinero”, asegura.

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Según explicó, tanto ella como su marido trataban de mantener el o con él, hasta que en 2012 ya les fue imposible comunicarse por teléfono. Otra de las aficiones del hombre, la colección de objetos militares, fue donada al Museo Imperial de la Guerra para pagar los gastos de su funeral. Cuando se cumplen siete años de su fallecimiento, la señora Romanyshyn sigue llevando flores a su tumba y organiza un servicio conmemorativo cada Navidad.

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