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Un experto revela que lo que se pone en muchos míticos bocatas haciéndolos pasar por calamares: esto es lo que estás comiendo

Se parece, pero no lo es, este divulgador gastronómico revela el secreto oculto tras esta emblemática comida.

Un experto revela que lo que se pone en muchos míticos bocatas haciéndolos pasar por calamares: esto es lo que estás comiendo
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Lo que es un auténtico clásico de la gastronomía española podría estar engañando a más de un comensal. Y es que gran parte de los populares bocadillos de calamares o anillas congeladas que se consumen habitualmente no están elaborados con calamar, sino con pota, un cefalópodo emparentado pero sensiblemente diferente tanto en sabor como en textura.

Según ha explicado el divulgador gastronómico conocido en TikTok como @gastrobio, la diferencia entre ambos productos no es menor, y va más allá de la nomenclatura. Aunque en muchos establecimientos se comercializan como calamares, las anillas que se utilizan a menudo son de pota, debido a su menor coste. Como detalla el experto en una publicación, este molusco presenta tonalidades más oscuras, con colores violáceos o marrones, y unas aletas cortas en forma de corazón. Su textura es más firme y su sabor más intenso, lo que la hace más adecuada para cocciones largas, como guisos o estofados. Esta estructura más dura se debe a la composición muscular del animal, que requiere tiempos de cocción prolongados para ablandarse.

En contraste, el calamar auténtico tiene un tono más rosado o blanquecino, con una apariencia semitransparente y sin el denominado “lápiz”, una estructura interna rígida. Sus aletas, alargadas y en forma de rombo, lo distinguen visualmente de la pota. Pero donde más se aprecia la diferencia es en el paladar: el calamar tiene una textura tierna y un sabor más delicado, lo que lo convierte en la elección ideal para cocciones rápidas como la plancha o la fritura, típicas del famoso bocata madrileño.

Una marca blanca del calamar

Sin embargo, la mayor diferencia entre ambos moluscos está en el bolsillo. El calamar es considerablemente más caro que la pota, lo que explica por qué muchos establecimientos optan por esta última como sustituto. El primero oscila entre los 10 y 25 euros el kilo, mientras que el segundo ronda entre dos a siete euros la misma cantidad. Según la Organización de Consumidores y s (OCU), las prácticas de sustitución de especies marinas son habituales en la industria alimentaria, especialmente en productos transformados como las anillas congeladas, donde la identificación visual es más difícil para el consumidor.

Esta práctica no es ilegal si el etiquetado indica correctamente el producto, pero en muchas ocasiones, sobre todo en restauración, no se comunica claramente al cliente. La legislación europea, concretamente, el Reglamento UE 1379/2013, obliga a especificar la denominación comercial y el nombre científico del producto en el etiquetado, pero esta obligación se diluye cuando el producto se sirve ya cocinado.

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Así, la próxima vez que muerdas un crujiente bocadillo de “calamares”, podrías estar saboreando en realidad un buen trozo de pota. Y aunque no sea necesariamente peor —algunos incluso prefieren su sabor más intenso—, saber lo que realmente se está comiendo no es solo cuestión de paladar, sino de transparencia.

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