Por qué enero parece que dura 4 meses: 3 expertos psicólogos revelan las respuestas
No estás solo, necesitas vacaciones de las vacaciones, enero es un mes que pide una adaptación mayor y no estamos haciéndolo bien.


La cuesta de enero es algo que va más allá de lo económico. A nivel mental, enero se hace eterno. A nivel físico, llegas de las navidades más cansado de lo que empezaste. Puedes mirar el calendario y aún faltan días para que se acabe el mes. ¿Cómo es posible? ¿Eres tú solo quien lo piensas?
No, no estás solo. Enero es eterno por muchos motivos. “Esto tiene que ver con motivos económicos y psicológicos que causan mucho desgaste durante el final de año. Desde el 22 de diciembre con la Lotería, hasta Reyes el periodo se hace muy largo y demasiado intenso en lo social y familiar con interacciones que muchas veces no son deseadas o incluso que nos causan malestar. Tristeza ante la ausencia de las personas que no están presentes en estas fechas y comparación con la vida aparentemente alegre que llevan otros. Es como si nos viéramos obligados a estar felices cuando puede que no lo estemos, y eso genera cierta percepción de soledad”, nos cuenta a Diario AS el psicólogo José Martín del Pliego, responsable del área de psicología del Centro Médico Los Tilos.
“También se da un enorme desajuste en la comida y bebida que hace que tengamos la necesidad en enero de tener que recuperarnos de los excesos. Las fiestas exigen una serie de gastos, que resultan excesivos y que hacen que enero sea el mes de tratar de equilibrar las cuentas y darme cuenta realmente del gasto realizado, y los problemas aparecen ahora. Los aguinaldos o pagas extras se gastan con mucha rapidez, se da lugar en ese momento a una gran presión financiera que se hace mayor con los gastos fijos que muchas veces se cargan en este mes. Las rebajas de enero pueden incrementar aún más esos gastos, a veces innecesarios”.
“Otro factor es el regreso a la rutina después de tanta estimulación, con compras, luces, reuniones, reencuentros, que hacen que se genere cierta percepción de aburrimiento ya que en enero hay menos distracciones y porque hay que volver al trabajo y a los estudios, rutinas que ahora se hacen mucho más pesadas. También resulta frustrante ver durante el mes de enero que los propósitos de final de año para el siguiente no los estás cumpliendo y no van camino de cumplirse”, añade sobre esta sensación que es más real de lo que parece.
Como normalmente no hemos sido demasiado realistas en el diseño de estos proyectos, se nos suelen venir encima rápido y con su abandono, tras la ansiedad de iniciarlos, la sensación de fracaso, de insuficiencia, de ser ‘inútiles’ en cambiar esa vida que supuestamente se nos queda corta o directamente no nos gusta.
doctora Ana Isabel Sanz
Agotamiento físico tras las vacaciones
A esta sensación de necesitar vacaciones de las vacaciones hay también una explicación, tal y como nos ha contado a Diario AS la psiquiatra Ana Isabel Sanz, “el clima es la influencia más inmediata. El frío, la escasez de luz de este mes en el hemisferio norte, influye en el funcionamiento neurobiológico y puede a llegar a crear manifestaciones de tristeza clínicamente significativas, como bien sabemos los especialistas, que contamos con lo que se conoce como Trastorno Afectivo Estacional, un tipo de alteración del estado de ánimo vinculado específicamente a determinadas condiciones climáticas y que cursa tanto en su inicio como en su resolución en función de ese condicionante externo a la persona, pero que altera el funcionamiento de las áreas vinculadas a las emociones y a la vitalidad, entre otros factores a través de mediadores como la vitamina D, que se ha revelado como un complemento decisivo para el adecuado funcionamiento del cerebro y la inmunidad y cuya “activación biológica” depende directamente de la acción de la luz solar”.
“En segundo lugar, y quizá de manera más amplia e intensa, enero es el mes de enfrentarse a una “bofetada de realidad” y a listones que nosotros mismos nos hemos colocado artificialmente. El parón navideño implica ruptura de rutinas, inmersión en una explosión de buenas intenciones (al menos aparentes), concentración en los encuentros con otras personas (amigos, familiares, compañeros de trabajo…), excesos en la alimentación y en el consumo de otras sustancias para celebrar… a veces no sabemos qué. Tras esa especie de catarsis colectiva de intenciones, enero empieza el mismo día 2 con detalles tan desagradables como subidas generalizadas de precios, reincorporación brusca a los horarios que habíamos abandonado, pesadez física por la abundancia de comida, bebida y otros tóxicos, vuelva al corsé laboral de siempre normalmente con “atascos” de lo pospuesto o no hecho, a jornadas demasiado largas, a estar nuevamente más aislados. Ese aterrizaje supone un cambio demasiado brusco y en exceso aversivo y nos hace pensar en el próximo período de desconexión, que queda muy lejos. Desafortunadamente vivimos, en lugar de adaptarnos y congraciarnos con nuestra realidad, huyendo hacia la próxima evasión vacacional y eso no ayuda a sentirse equilibrado, tranquilo o de buen ánimo”.
“Aún queda otro obstáculo que convierte enero en un mes difícil. El principio de año se ha convertido en un simbólico reseteo de nuestras vidas, el momento de fijarse metas, de pretender ser distintos los próximos 365 días. Y normalmente caemos siempre en la misma trampa, la de las metas imposibles y poco abarcables porque siempre son muy exigentes y relacionadas con aspiraciones idealizadas más que realistas, tanto que parece que quisiéramos ser otros. Al trabajo acumulado se suma la presión de asumir nuevas rutinas que se acumulan durante al menos unas semanas: retomar una determinada formación, iniciar la práctica de un deporte, dedicar tiempo al ocio… Como normalmente no hemos sido demasiado realistas en el diseño de estos proyectos, se nos suelen venir encima rápido y con su abandono, tras la ansiedad de iniciarlos, la sensación de fracaso, de insuficiencia, de ser “inútiles” en cambiar esa vida que supuestamente se nos queda corta o directamente no nos gusta”.
Ese agotamiento es fruto del estrés crónico, que nos lleva a la desconexión profunda con lo que hacemos, con quienes somos y con lo que queremos, y muchas veces nos hace sentir atrapados en una rutina que no nos llena.
doctor Carlos Cenalmor
Por qué parece que enero dura 4 meses. Teoría de la percepción del tiempo
¿Puedes tener más estrés en enero que a final de año? Sí, es posible. Y todo tiene una explicación, como bien sabe y nos ha contado el doctor Carlos Cenalmor, psiquiatra y psicoterapeuta especializado en burnout laboral y tratamiento del estrés, creador de su propio método para abordarlo y autor del libro El Síndrome Burnout (Vergara, 2025).
“Esa sensación tan frecuente de que enero se alarga y concentra en un solo mes el peso de varios meses tiene que ver con la forma en que experimentamos el tiempo. De hecho, esto se ha estudiado desde la psicología en las teorías de la percepción del tiempo. Durante las fiestas de Navidad, nuestro cerebro vive un periodo lleno de novedad y emociones: encuentros familiares, rituales, luces, colores y una cierta esperanza de que las cosas cambiarán en nuestra vida en el próximo año. Incluso las calles se cubren de este ambiente y nos invitan a detenernos y prestar atención. Toda esa novedad y esa intensidad hace que para nuestro cerebro el tiempo esté muy cargado de sensaciones y de experiencia, y que se viva como algo que pasa muy rápido. Con una plenitud que rara vez nos permitimos el resto del año.
“Pero entonces llega enero. Volvemos a la rutina, a la monotonía, y muchas veces nos enfrentamos a un desencanto: ese cambio de año que prometía tanto resulta que solo se ve reflejado (y no muy positivamente) en la báscula y el saldo de la cuenta bancaria tras los excesos navideños. De nuevo nuestra mente experimenta lo mismo cada día y el tiempo vuelve a su ritmo lento, el de cuando lo que sucede es lo mismo de siempre”.
“Sin embargo, el aburrimiento y el agotamiento que tantas personas sienten en enero no se genera de repente; es el reflejo de un estrés acumulado durante meses. Vivimos en lo que el filósofo Byung-Chul Han llama la “sociedad del cansancio”, un mundo que nos exige estar siempre productivos, siempre disponibles, siempre haciendo algo más. Las vacaciones de Navidad, lejos de ser un descanso real, muchas veces son una prolongación de esa exigencia: reuniones, desplazamientos, preparativos, la presión de disfrutar y de cumplir con expectativas sociales. Llegamos a la navidad ya desgastados de los meses de otoño, y enero nos encuentra sin la energía necesaria para enfrentarlo.
“Si añadimos que enero es el mes en el que regresamos a nuestras responsabilidades habituales, como el trabajo o los estudios, sin haber tenido una verdadera pausa, es lógico que se sienta como una cuesta interminable. Pero esa cuesta no tiene tanto que ver con el mes en sí, sino con cómo hemos construido nuestra vida antes de llegar a él. Si venías ya sobrecargado, agotado o desconectado, enero será el espejo que amplifique todo eso. Es aquí donde el burnout entra en juego: ese agotamiento que es fruto del estrés crónico, que nos lleva a la desconexión profunda con lo que hacemos, con quienes somos y con lo que queremos, y que muchas veces nos hace sentir atrapados en una rutina que no nos llena”.
“Como psiquiatra y psicoterapeuta experto en estrés y burnout, recomiendo pensar que la verdadera clave no está en cómo comienza el año, sino en cómo vivimos cada día antes y después de las festividades. Si antes de Navidad tu relación con tu trabajo era equilibrada, si estabas cuidando tu cuerpo, cultivando relaciones plenas y persiguiendo un propósito, lo más probable es que enero sea solo una continuación de ese equilibrio. Pero si, por el contrario, ya arrastrabas un estilo de vida tóxico, con estrés crónico, autoexigencia y falta de conexión, la “cuesta de enero” no será más que la prolongación de un camino que ya venía en subida”.
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