Pocos saben el nombre del síndrome que sufren los que anteponen los deseos de los demás a los propios
Se trata del Síndrome de Wendy, en alusión al personaje de Peter Pan, y puede contribuir al desarrollo de relaciones tóxicas y problemas de salud tanto mental como física.

En un intento constante por complacer, proteger y cuidar a los demás, algunas personas —principalmente mujeres— terminan olvidándose de sí mismas. Esta actitud, que a simple vista puede parecer un rasgo de generosidad, esconde muchas veces un trastorno emocional conocido como el síndrome de Wendy, un fenómeno que, aunque no figura oficialmente en los manuales de psicología clínica, tiene un impacto real y profundo en la vida de quienes lo padecen.
El término fue acuñado por el psicólogo Dan Kiley en 1983, inspirándose en el personaje de Wendy Darling, de la obra Peter Pan. Y es que en la novela del autor escocés James Matthew Barrie es la heroína y amiga de Peter, reflejada como una niña de apenas 12 años, quien asume un rol maternal no solo con sus hermanos, sino también con el propio protagonista y los niños perdidos del país de Nunca Jamás. Así, relega su infancia e intriga por el mundo para volcarse en el cuidado de los demás.
Este arquetipo se ha convertido en un espejo para muchas mujeres que, marcadas por factores culturales, educativos o personales, desarrollan una entrega emocional tan intensa que terminan viviendo únicamente por y para otros. Esta actitud, que también se puede desarrollar en hombres, se basa en una visión del afecto como sinónimo de sacrificio, lo cual puede conllevar un alto precio. Y es que la ansiedad, la frustración, la baja autoestima y la proliferación de relaciones tóxicas.
Sentirse culpable por no ser el salvador
A diferencia de alguien generoso por naturaleza, quien padece este síndrome no puede evitar sentirse culpable si no asume el papel de cuidador. Esa necesidad de ser aceptado y el miedo profundo al rechazo o al abandono refuerzan un patrón en el que la validación personal depende exclusivamente de la utilidad hacia los demás. Los expertos señalan que en muchos casos estas personas conviven contrariamente con figuras que encajan en el llamado síndrome de Peter Pan: individuos narcisistas, inmaduros y reacios a asumir responsabilidades, lo que alimenta aún más el desequilibrio emocional en la relación.
A largo plazo, esta renuncia constante a los propios deseos puede provocar un fuerte vacío interior, un sentimiento de insatisfacción crónica y, paradójicamente, reproches hacia aquellos a quienes se ha intentado complacer sin límites. Es por eso que detectar este patrón de comportamiento es fundamental para evitar que afecte la salud física y psicológica. Tomar conciencia del problema es el primer paso para abordarlo. Aunque no haya reconocimiento oficial del síndrome, buscar ayuda profesional para reforzar la autoestima, establecer límites, trabajar el miedo al rechazo y fomentar el desarrollo personal es más que recomendable.
Vivir para otros no debería implicar olvidarse de uno mismo. El equilibrio entre el cuidado propio y el cuidado ajeno es la verdadera muestra de amor saludable. Porque, al final, nadie debería tener que sacrificar su felicidad para sentirse merecedor de afecto.
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